Se usó por primera vez fuera de este medio en el ámbito psiquiátrico refiriéndose a comportamientos patológicos caracterizados por la obsesiva repetición de palabras y gestos.
Fue un periodista, Walter Lippmann, quien introdujo el término en las ciencias sociales cuando en 1922 publicó un libro sobre los procesos de formación de la opinión pública. El autor sostiene que la relación cognoscitiva con la realidad externa no es directa sino que se realiza a través de las imágenes mentales que cada uno se forma de esa realidad, y por lo tanto está frecuentemente condicionada precisamente por la prensa, que por entonces estaba asumiendo las connotaciones modernas de la comunicación de masas. Según Lippmann, esas imágenes, que constituyen una especie de seudoambiente con el cual se interactúa, tienen la característica de ser a menudo simplificaciones burdas y casi siempre muy rígidas (es decir, estereotipos) porque la mente humana no está en condiciones de comprender y de tratar la infinita variedad de gamas y la extrema complejidad con las que se presenta el mundo.
Ante todo el hecho de que este proceso de simplificación de la realidad no sucede de forma accidental ni por una arbitraria elección individual, sino de acuerdo con modalidades que se encuentran establecidas culturalmente: los estereotipos forman parte de la cultura del grupo y como tales son adquiridos por los individuos y utilizados para una eficaz comprensión de la realidad. Además, la concienciación de que los estereotipos cumplen para el individuo una función de tipo defensivo: al contribuir al mantenimiento de una cultura y determinadas formas de organización social, le garantizan el resguardo de las posiciones que haya alcanzado.
Lippmann intuye que uno de los efectos más importante está en la búsqueda y valoración de los datos de la experiencia, los cuales están de por sí alterados en función de los estereotipos corrientes a partir de los sentidos. Por otra parte, una de las consecuencias de este hecho es que se reproducen los mismos estereotipos, dado que las eventuales informaciones que los contradicen son ignoradas o neutralizadas en diversas formas.
Así, para Lippmann, el hombre tiene un conocimiento indirecto del seudoambiente (se instala entre el sujeto y el entorno real y es el que suele responder entre sus estímulos) que está conformado por un repertorio de imágenes mentales del individuo; que corresponde a emociones, ficciones y estereotipos entendidos como imágenes u opiniones aceptadas sin reflexión alguna. Son juicios simplificados y no comprobados. Pueden ser ciertos, falsos o parciales. Son el centro de la visión del hombre y su manera de defender la posición ante la sociedad. Dan una imagen del mundo ordenada, relativamente consistente, a la cual se adaptan gustos, costumbres, capacidades y esperanzas. Pueden ser imágenes incompletas pero posibles (no son mentiras, sino un recurso y/o reconstrucciones simplificadas).
Fuentes:
M. de Moragas, “Sociología de la comunicación de masas”, GG MassMedia, 1994.
Wolf Mauro, “La investigación de la comunicación de masas”, Paidos, 1987.
1 comentario:
Hola, que tal? Tu post plantea de manera clara y concisa la teoria, queria pedirte porfavor puedes recomendarme otros libros sobre esta teoria? muchas gracias
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